
No había
más tiempo que perder. Llené de aire mis pulmones, cerré los ojos y eché a
correr. Mis pies dejaron de sentir la solidez del suelo para flotar en un mar
de ausencia. Nada, no había nada que sujetara mis extremidades ni rozara mi
cuerpo. Solo aire. El Dios Eolo me regaló durante unos segundos una pizca de la
más absoluta y fascinante armonía. El viento acariciaba mi rostro y abrazaba mi
cuerpo como una nube de algodón. De pronto, todos mis sentidos se revelaron de
forma impulsiva; mis oídos, mi piel, mi olfato, mi vista y mi tacto despertaron
como el amanecer de un nuevo día. Cada partícula sostenida en el aire, cada
gota sumergida en el agua, cada brizna de polvo tendida sobre las rocas… era
captada por mis cinco sentidos. Lejos de sentirme amenazada por una caída
mortal, mi corazón gritaba dichoso por un nuevo comienzo, una nueva identidad.
Como bien dijo el Señor Fisher antes de nuestra partida, hay un tiempo para
nacer y un tiempo para morir. Este era, sin duda, el momento de mi
resurrección".
0 Reviews
¡Saludos! Les doy la bienvenida a mi espacio literario. ¡No sean tímidos, pueden encontrar varias secciones! Antes de irte, recuerda dejarnos un comentario y compartir nuestro espacio.