Entrevista a: Raúl de la Flor

En el ámbito literario, mi prioridad es contar las historias que tengo en la cabeza. Con mi primera novela, A cinco lunas de la Tierra, he abierto un par de puertas que me gustaría explorar. Una de estas puertas me ha conducido a la historia que quiero contar en mi segunda novela, y que tiene como fondo el mundo de la investigación científica, que tan bien conozco. Así que, mi prioridad ahora mismo es encontrar el tiempo para contar esta historia.

Creo que el ser humano tiene la necesidad de comunicar lo que le preocupa, lo que le conmueve, lo que le maravilla, lo que le interesa y, en general, lo que se le pasa por la cabeza. Yo soy muy anárquico, y no soy muy locuaz, así que, la mejor manera que tengo de comunicar lo que se me pasa por la cabeza es escribiéndolo. Además, me ha gustado escribir desde pequeño; nada serio, cartas, canciones, cuentos… Un día sentí que, solo si me comprometía a escribir una novela, podría contar la historia que tenía en la cabeza y que necesitaba contar. 

La faceta de escritor se ha convertido en parte de mi vida sin yo pretenderlo. Es importante, pero todavía no sé hasta qué punto, y simplemente me dejo llevar. Lo que siento es algo parecido a un compromiso conmigo mismo: el compromiso de sacar adelante las dos novelas que tengo en la cabeza. Supongo que por eso es importante para mí.

Ninguna, ya estoy disfrutando del camino. La ventaja que existe en el mundo de hoy es que no es necesario recurrir a las editoriales para publicar. Si a lo que  se aspira es simplemente a escribir, ver tu libro publicado y que lo lean, aunque sea un público muy reducido, la meta está alcance de la mano.

La primera, la inseguridad, el estar continuamente pensando “y si esto es una basura que no hay quien se lo lea”, y si a nadie le interesa lo que tengo que contar” y cosas por el estilo. Luego se lo das a leer a la gente que te aprecia y lo leen con ojos amables. Afortunadamente, también me han guiado con ojos críticos y con confianza para poder decirme tanto lo bueno como lo malo de lo que había escrito. La segunda, la publicación, porque yo al principio quería alguna garantía de que lo que había escrito tenía calidad suficiente para que fuera publicable, para que el mundo editorial pensara que era una historia que merecía la pena hacer llegar a los lectores. Con esa barrera me di de cabeza, y la tuve que romper, efectivamente a cabezazos, autopublicando, que no es más que un ejercicio de testarudez. Con la ayuda indispensable de mi editora, sacamos adelante la primera novela, que, a ojos de quienes han tenido la oportunidad de leerla, tiene una calidad comparable al material que se publica de manera tradicional. Y la tercera aún no la estamos rompiendo, que es la de hacer que la novela llegue a los lectores.

Ofrezco una historia original, que nadie ha contado antes, y pretendo que mis palabras transporten y sugieran, que lo que sucede conmueva y que la novela no solo excita la imaginación del lector, sino que le haga reflexionar. 

Tu propia humanidad. La fuerza para seguir adelante, para tirar del carro, para cruzar el desierto, para alcanzar el Oasis, la llevas dentro. Solo tienes que canalizarla y, si aun así no la encuentras, mira a tu alrededor, seguro que hay personas dispuestas a darte esos ánimos, esos empujoncitos, ese apoyo que necesitas. Pero no hay que engañarse, el camino debes  recorrerlo tú, y, aunque haya hombros en los que apoyarse, el poner un pie delante del otro siempre es responsabilidad de cada uno.

Yo iba un curso adelantado en el colegio porque a mi madre, que era profesora en el centro, le hicieron el favor de que yo empezara el colegio un año antes de lo que me tocaba, y que luego, más adelante, ya repetiría curso. El caso es que esto no pasó hasta cuarto de EGB y, cuando aterricé en la nueva clase, la que siempre había  estado un año por detrás de la mía, yo era el repetidor porque venía de la clase de los “niños buenos”. Mi nueva clase era el terror del cole para los profes, tenían fama de desobedientes, gamberros y de liarla parda con frecuencia. Yo era tímido, hablaba muy bajito y me costaba comunicarme con mis nuevos compañeros. Para más inri era el ojito derecho de la profesora, Elisa, con lo que tenía todas las papeletas para que aquella clase me cogiera manía. Un día Elisa propuso un ejercicio de redacción: se trataba de escribir lo que hubiéramos hecho por la tarde, dando tantos detalles como fuera preciso, reflexionando sobre nuestras acciones y movimientos. Yo no era muy de hacer deberes, pero me puse a escribir. Empecé a contar cómo me había preparado la merienda y luego el gato se había acercado a pedirme algo de jamón de mi bocadillo. Como el tema era un poco soso, empecé a inventarme que el gato le dio un tiento al jamón y que, al ir a echarle, tiré el agua, y que, al ir a recoger el agua, tiré una planta con la fregona, y que, al ir a recoger la tierra del tiesto, tiraba alguna otra cosa que no me acuerdo, pero el caso es que sucedía una serie de desastres encadenados que iban de peor en peor. Al día siguiente recogieron los deberes y después del recreo Elisa dijo que íbamos a leer algunas de las redacciones. Yo pensaba que me iba a librar, pero la última que tocó leer fue la mía. Estaba muy nervioso, pero, al ir leyéndola, me di cuenta de que mis compañeros parecían escuchar con atención lo que contaba, y luego muchos empezaron a reírse con las desgracias que me había inventado que me iban pasando hasta acabar liándola parda. Creo que al final no pude acabar de contar la historia porque generó un cachondeo general; pero no hizo falta. No sé si hubo un antes y un después de aquel día, pero empecé a sentirme más cómodo y no tardé en ser uno más de la clase de los rebeldes. Ahora me pregunto si, cuando Elisa me hizo leer aquello, sabía lo que hacía.

¡Saludos, chicos! En esta nueva entrada les compartiremos una mini entrevista que le realizamos  al autor Raúl de la Flor. ¿Cómo pueden participar en ella? Solo comunicándose con nosotros por medio del formulario del blog  o por mensaje de Facebook. Sin duda, agradecemos la amabilidad del autor en participar en nuestro espacio.

 

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