La noche se había hecho de pronto y, como cada año, apenas
habíamos decorado la casa y el jardín. No sabíamos si llovería aquella noche,
lo que no impidió que colocáramos nuestros atrezos para la ocasión. En aquella
oscuridad y bajo la neblina, todo invitaba a ser irreal, a recobrar el macabro
submundo de los muertos y de los difuntos. Pusimos unas velas naranjas de luces
led entre los árboles bajo la humedad de la intemperie. Parecía un manto de
inexplicable ilusión, dejando muchas sombras tenues. Luego, vendrían los
familiares y amigos a cenar, todos disfrazados y dispuestos alrededor del fuego
del porche. Nos juntaríamos sobre las nueve.
Un poco antes de la cena nos vestimos
para la ocasión. A mí me encanta el traje de bruja, creo que me da menos miedo
que el de los muertos vivientes, las momias, los esqueletos, los vampiros, etc.
Cuando me visto, me siento mejor y me pongo en mi papel de poder y maldad. Cada
uno de mis primos elige un disfraz, mi padre es un vampiro y mi madre una
araña.
¿Truco o trato? Cuando van llegando se saludan así y traen
una bolsa o cajitas de caramelos.
A las nueve, entre risas y cachondeo, comienzan
a sacar las cervezas y a contar las historias y leyendas de miedo. Cuando me
disfrazo, se me pega el traje a mi piel como si fuera real y me siento fuerte y
capaz, diría que hasta disfruto.
Aquella noche fue cuando cambió mi
vida para siempre. Disfrutaba disfrazada de bruja. Mi familia y amigos se
divertían y bebían sin parar. Hacía frio y entre al salón para ver la TV, creo
que echaban la película de Romeo y Julieta. La empecé a ver, aunque en
principio me pareció desfasada y ñoña. Fue entonces cuando, de pronto, vi a mi
abuela sentada junto a mí en el sillón de siempre, como antes de morir. Me
observaba con aquellos ojos dulces con los que solía hacerlo. Me limpie los
ojos creyendo que sería un espejismo, pero no lo parecía, era tan real que
claudiqué diciéndole
-Abuela Basilia ¿cómo estás?,-ella me
volvió a mirar con la ternura con que se mira a los que amamos, con su sonrisa
resignada y con una ternura infinita! ¡Cómo quieres que esté pequeña
mía, os hecho mucho de menos!!
-Abuela…abuela -le dije, dispuesta a
abrazarla como solíamos hacer cuando nos necesitábamos-.
-Espera cariño, vengo a decirte que
seas fuerte, que seas buena, que ames la vida. Sin amor no tiene sentido vivirla.
-Su gesto pareció abatido.
-Te lo prometo abuela, seré como tú
quieras, te hecho mucho de menos. - con los ojos llenos de lágrimas la abracé
sin miedo, y aunque yo sabía que aquello no era real, la noté en su abrazo, sentí
su cara tierna y agradecí aquel momento.
-Yo también pequeña, vive una larga
vida y nunca me olvides, yo siempre estaré contigo. -
Comencé a llorar con ese llanto
desconsolado, avariento, necesitado. Mi abuela se había marchado y yo sabía que
aquello no era un sueño.
Entraron mis padres al oír mis
sollozos, les dije que se debía a la película. Me volvieron a dejar sola. Me
quedé así una hora con aquella lección de vida y amor que siempre guardaré de
cada uno de sus momentos en mi corazón.
La fiesta de los muertos me trajo la
experiencia de ese encuentro con los que nos aman y queremos. Jamás se lo dije
a nadie. Mi abuela y yo, las dos sabíamos que aquello debería ser nuestro
secreto.
FIN
2 Reviews
Qué bonito!!!
ResponderEliminarEs precioso este relato.Me ha encantado.Cómo se extrañan a las abuelas que tanto nos dan siempre.Felicitaciones a la autora.
ResponderEliminar¡Saludos! Les doy la bienvenida a mi espacio literario. ¡No sean tímidos, pueden encontrar varias secciones! Antes de irte, recuerda dejarnos un comentario y compartir nuestro espacio.