El Salto de un Ángel - 4ª entrega
CAPÍTULO 2
Elena acomodó a Lucía en el salón de la casa dejándola sola
para preparar un café en la cocina, necesitaba tomar un analgésico que calmase
el atronador martilleo que se había asentado en su cabeza. Debía pensar,
recordar todo lo ocurrido quince años atrás, nunca había creído en fantasmas,
empezar ahora no tenía sentido. La visión del espíritu de su padre con un hacha
asentada en su sien solo podía indicar que algo del pasado se le escapaba y su
subconsciente parecía querer revelárselo.
Al verla llegar acompañada por la madre de Raquel, Carmen
se excusó alegando que debía ir a comprar al centro comercial. No deseaba
compartir ni un minuto de su vida con aquella mujer a la que aún sin pruebas
que lo concluyesen, acusaba de ser uno de los culpables que provocó la
precipitada muerte de Samuel. A quien ella y su marido desde su fatídico
encuentro, fueron transformaron poco a poco en otra persona.
—Tengo que salir, Elena tu madre está tranquila, la he
dejado durmiendo. No creo que despierte hasta dentro de una hora.
—No te preocupes, ve tranquila Carmen, no saldré de casa—
la tranquilizó mirando de soslayo a Lucía a través de la puerta de la cocina.
—Está bien, aun así llevo el móvil. Llámame si sucede
cualquier cosa—. Terminó Carmen abandonando la casa sin referir ni una sola
palabra a la visita que esperaba paciente en el salón.
En la cocina, hastiada por la incómoda visita, Elena cogió
la bandeja con los cafés y regresó con ella junto a la madre de Raquel. La
oscura mujer la esperaba apoyada en el marco de la ventana con su felina mirada
perdida en otro lugar, por su expresión cualquiera podía adivinar que diluida
en el pasado. Aquella mujer sabía más de lo que decía, quizá el destino era el
que había propiciado su encuentro aquella mañana.
—Perdona la tardanza, por favor toma asiento.
—No te preocupes Elena, lo entiendo—dijo, sin que Elena
lograse adivinar a qué se refería si a ella o a la precipitada salida de
Carmen—. ¿Cuéntame cómo está tu madre, mejora?
—Dentro de la inestabilidad hoy parece estable, pero no existe
posibilidad de mejora. Su cuerpo, hace mucho tiempo que decidió dejar de
funcionar sin sentido alguno y sus funciones cada día se debilitan más. Por
desgracia parece que solo estamos esperando el funesto desenlace—.No tenía
sentido mentir.
—Lamento escuchar esto —dijo Lucía tomando asiento en el
sofá aceptando la taza de café que le brindaba Elena con educación, pero
desgana —. Disculpa nuevamente mi indiscreción, pero creí entender antes que ha
descubierto el cuerpo de tu padre ¿Cómo es posible, él desapareció hace mucho
tiempo?
Elena se acomodó inquieta, no sabía si debía o no dar datos
a esa mujer.
—Según parece él nunca se fue—. Decidió decir mordaz,
intentando averiguar en sus gestos un atisbo de verdad, duda o miedo. — Le
encontraron a las afueras del pueblo con una herida de hacha en la cabeza. Lo
que demuestra que fue asesinado— dijo procurando un sutil silencio—. El
inspector Taboada tiene intención de abrir el caso, incluso se plantea reabrir
el expediente de Samuel, sospecha que ambas muertes pueden estar
relacionadas—mintió Elena, que sin darse cuenta había decidido proponérselo al
inspector.
Lucia la miraba inexpresiva, guardando su opinión bajo su
gélida mirada.
—Ha debido ser terrible para ti haber descubierto esto a
las pocas horas de llegar al pueblo. Ahora debo irme Elena, sé que no soy bien
recibida en esta casa por tu tía y no quiero aprovecharme de tu hospitalidad,
créeme que lamento todo esto.
—No es molestia y no me consta tal inimadversión hacia ti—.
Volvió a mentir Elena buscando respuestas.
—Gracias Elena, eres muy amable, pero todo el pueblo parece
culparnos en la discreción del silencio de la lamentable muerte de tu hermano.
—Llevo mucho tiempo fuera de Santillana y quizá eso me haya
hecho ver las cosas de diferente manera, pero a menos que la nueva
investigación desvele otra cosa, todo apunta que la muerte de mi hermano fue un
suicidio—dijo Elena tragándose la hiel que se estaba formado en su ser. Había
comprendido que si quería descubrir la verdad acerca de lo ocurrido debía acercarse
a esa familia.
Al cerrar la puerta de entrada tras la salida de la bruja,
Elena rompió a llorar desesperada, un escalofrío recorría su espalda, erizando
el vello de su cuerpo. Mientras hablaba con Lucía, algo o alguien le había
susurrado en el salón revelándola con una suave y aterradora caricia que, esa
mujer había propiciado la muerte de su padre y hermano.
—Ella lo sabe, ella la guarda, lo ayudó ¡Mátala!. Ella lo
sabe…
El recuerdo de la fría caricia que surcó su nuca y de
aquella hueca voz que la instaba a matar a Lucía, se repetía incesante en su
mente. Elena aterrada, estaba segura de que la mujer había presentido la
presencia junto a ellas por la manera precipitada en la que se marchó.
No estaba loca lo había escuchado y sentido y aún lo hacía.
Estaba totalmente segura, no estaban solas en la casa. Apoyada sobre la robusta
madera de la puerta temiendo despegar su cuerpo de ella se dejó caer sobre el
suelo donde escondió sus lágrimas en sus piernas mientras se abrazaba,
recordando la fría y verde mirada de Lucía «Ella lo sabe, ella la guarda, lo
ayudó ¡Mátala!. Ella lo sabe…» repetía una y otra vez.
. El miedo aún no la habían abandonado cuando al levantar
la mirada, Elena se encontró de pie sobre el rellano a Manuela, vestida con su
lánguido camisón blanco y la piel casi traslúcida, la miraba de manera fija y
enloquecida como si ella también lo sintiera. La impresión de ver a su
fantasmagórica madre logró arrancar un grito desesperado de su garganta antes
de hacerla perder el conocimiento.
Continuará …………………
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