Citla, como se le conoce al pequeño perro criollo, habita en
la inmensidad del Pico de Orizaba, la montaña más alta de México. Su hogar se
encuentra por arriba de los 4 mil metros sobre el nivel del mar y desde ahí se
ha convertido en uno de los guías de alpinismo más experimentados del mundo.
Conoce perfectamente las tres rutas de ascenso de la cara
sur del Pico de Orizaba; en constantes ocasiones sube a la cumbre, a 5 mil 630
metros sobre el nivel del mar; siempre acompaña y guía a los alpinistas; e
invariablemente percibe a aquellos que sufren del “mal de la montaña” y jamás
se separa de ellos.
La leyenda.
Su edad exacta se desconoce, pero se calcula que tiene
entre nueve y 10 años. La forma en que acabó viviendo en las partes altas nadie
la conoce, pero la leyenda, que ha pasado de boca en boca y de región en
región, habla de que un albañil contratado para construir parte del Gran
Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano, que se encuentra a un costado del Pico
de Orizaba, lo llevó a la montaña para que le hiciera compañía.
Los relatos recuerdan que desde entonces el perro se
“pegaba” al andar de los alpinistas, a quienes seguía en su viaje a la
inmensidad de esa zona, al silencio que se percibe y a los majestuosos
paisajes. Y aunque la obra concluyó, Citla se negó a descender.
Desde entonces, los testimonios de sus grandes hazañas
pululan entre los grupos y comunidades de alpinistas y de aquellas personas a
las que les ha salvado la vida en su intento por domar a la gran bestia de la
naturaleza que es el Pico de Orizaba.
Fue en octubre de 2012 cuando una familia, había acordado
hacer un ascenso al Citlaltépetl.
Emprendieron el ascenso, pero los sorprendió una terrible
tormenta de nieve que cubrió los caminos con 20 centímetros de espesor. El frío
y la hipotermia hacían estragos en todos, entre ellos niños. A las dos de la
mañana la nevada comenzó a ceder, pero el frío y el cansancio los hacía caminar
muy despacio.
A lo lejos escucharon los ladridos de un perro. “La familia
pensó que estaban cerca unos pastores y caminaron hacia el ladrido y de pronto
se apareció Citla”.
El animal movía la cola, comenzó a caminar y esperar que lo
alcanzaran. Se sentaba llamando al grupo en desgracia y cuando llegaban a él,
nuevamente emprendía el camino, a paso lento, hasta que los hizo llegar al
refugio.
Con gran alegría, dice el relato, entraron a la cabaña
buscando al dueño del perrito que los había salvado, pero ninguna persona se
hallaba en el lugar… gritaban, chiflaban y nadie se apareció… no sabían que se
encontraron con El Ángel Guardián de la Montaña.
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