Desde la
mirada de un niño argentino se han tejido muchas historias sobre el Aitona, ese
tiarrón huraño, de voz áspera y con ese idioma extraño, único, inédito. Dicen
que durmió entre los muertos para escaparse de su Euskadi durante la Guerra
Civil, que salió como polizonte de su país, y hasta que tenía la rara costumbre
de mearse las manos cuando el frío le calaba los huesos en los montes guipuzcoanos.
Lo cierto es que Joseba era un "hombre" de edad incierta, tal vez 17
años, que huyó de las garras de la Guerra Civil en 1937 , dejando atrás a su
madre, sus montes, su río Deba y unas palabras enterradas vertidas por su aita
poco antes que la guerra le arrancara las manos . Fue su madre quien le obligó
a hacer el viaje hacia el otro lado del mar para no acabar de la misma manera.
Lejos, bien lejos, de la crueldad de los tiempos.
Este
libro, de profundo rigor histórico, es también sobre la peripecia de un
emigrante en busca de un mundo mejor en una nueva tierra prometida, extraña
pero amable, jovial pero tan dura como lo que dejó. Y de su nieto argentino,
Ángel, que recorre los pasos de su Aitona para saber qué fue lo que pasó 70
años atrás. Se lo ha prometido: no solo encontrar la tumba de su madre, sino
intentar desenterrar aquellas últimas palabras que había dicho el padre de su
Aitona, palabras duras como pocas, pero también palabras de libertad y
esperanza.
Contada
en dos tiempos (presente y los años de la guerra), el autor describe, a veces
con momentos de humor, a veces con precisión investigativa, los hechos que le
han tocado a miles de inmigrantes y emigrantes. El encuentro de dos culturas y
dos tiempos, que no son tan diferentes, a pesar de las apariencias, a pesar de
los años...
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