Huelga De Cananea



La huelga de Cananea inicio el 1 de junio de 1906, cuando más de 2 mil trabajadores demandaron un salario de trabajo más justo, así como la exigencia de incrementar a cinco pesos el salario mínimo. Para mejorar las condiciones del trabajo en las áreas laborales.

Los mineros dejaban su vida en extenuantes jornadas de 14 y 16 horas diarias sin días de descanso.

Sus contratos incluían los abusos de autoridad de los empleados de privilegio, jefes y carceleros, con el inhumano maltrato que debían padecer de manos de esos lacayos estadounidenses del también estadounidense patrón.

Entre los mineros, algunos de sus líderes fueron militantes del Partido Liberal Mexicano, fundado entre otros por Ricardo Flores Magón, que desde hacía tiempo tenían claro su fin de acabar con el régimen dictatorial y entendían que debía despertar la clase obrera para librar la insurrección armada que los podría llevar a conquistar tal fin.

Desde la mina de cobre más importante de la región, se había comenzado a hacer circular un volante con nuestras peticiones en el resto de las minas. Los trabajadores de Cananea ya no estarían solos porque todas las minas del mismo patrón entraron esa mañana en huelga. Como reguero de pólvora se habían extendido nuestras demandas despertando en otros la misma conciencia.

Ya eran miles de mineros en lucha. Y aunque el estar unidos sin dudas los fortalecía y era una condición elemental para la lucha, veremos que no fue suficiente.

Unos 2,000 mineros decidieron marchar por las calles del pueblo expresando su reclamo y el repudio a la negativa del patrón. Sus esposas corrieron a las escuelas y sacaron a sus hijos a la calle formando un cortejo al paso de los mineros, al que se sumaban los demás pobladores en apoyo. Sus reclamos eran justos y ése era el reconocimiento. 


Mataron a dos e hiriendo a muchos. El odio acumulado por los trabajadores en lucha respondió y los estadounidenses también tuvieron sus bajas.

En el camino de la huida quemaron cinco depósitos de madera, un depósito de semillas, otro de forrajes y el edificio de la maderería donde aquellos laboraban.

Los empresarios de la región no podían permitir una sublevación, no podían dejar que sus intereses se vieran cuestionados, y entonces se unieron para acabar rápidamente con la amenaza, aleccionar al pueblo y a los obreros de las otras minas.

El 6 de junio un silencio gris, con olor a rojo recorría las minas y la actividad volvió a la normalidad.

Con el paso del tiempo esos explotadores han cambiado de nombre, dando continuidad a la explotación para los mineros y trabajadores en el país. Sin embargo, los obreros cuentan con esta tradición de lucha y pueden demostrar su fuerza traducida en organización frente al azote de la patronal.

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