Aquella mañana, al despertarme, noté un leve malestar de
cabeza. Tenía la mente embotada de tanto pensar. Llevaba ya un par de semanas
trabajando en el caso del Jaguar Asesino. Lo llamamos así, porque el asesino en
cuestión siempre dejaba la marca de unas garras de jaguar en la escena del
crimen. Nos traía de cabeza. Llevaba a sus espaldas varios crímenes consumados.
Aún recuerdo el primero como si estuviese todavía en aquel lugar.
Era una habitación de hotel. Una suite para ser más
exactos. Nos llamaron de la recepción dando la voz de alarma. Al parecer habían
encontrado el cuerpo de una mujer. Nos presentamos allí varias patrullas de
policía. A mí, como detective, me tocó ir. Eran cerca de las dos de la
madrugada. Cuando entramos al lugar de los hechos, estuve a punto de echar mis
tripas por la boca. La escena era desagradable y cuanto menos digna de una
película de terror. ¿Qué cómo me llamo? Mi nombre es Klara.
Había sangre por todas partes. La mujer asesinada, estaba
tumbada en el suelo. Le habían aplastado el cráneo con un mazo enorme que el
asesino había olvidado, cerca de la cama. Los sesos del cerebro estaban
desperdigados por varias partes de la habitación. Tal vez habían saltado a
medida que el asesino llevaba a cabo los impactos con el objeto. Las paredes de
detrás de la cama estaban como arañadas. Parecía que un enorme felino hubiese
hecho aquello. De ahí vino el nombre del caso.
Recuerdo que salí de aquel hotel, con la sensación más
desagradable que hasta el momento había sentido. Esa noche no pude dormir. Cada
vez que cerraba los ojos, me venían las imágenes de aquel cuerpo ensangrentado
con la cabeza abierta. Unos días después, nos volvieron a llamar por otro
crimen. En esta ocasión mi compañero Thomás me acompañó. Sabía lo mal que lo
había pasado la otra vez. El crimen este viaje, había sido en una mansión. El
cadáver era de un hombre bastante entrado en años. La escena era muy parecida a
la anterior. Aunque a mí personalmente, me resultó un poco más truculenta.
La sangre manchaba todo por doquier. Pero si algo consiguió
congelarme el cuerpo, fue descubrir el cadáver. Su cuerpo estaba tendido sobre
una lujosa cama. Su cabeza en cambio había rodado hasta detenerse a la derecha
de la puerta por donde entramos Thomás y yo. Creí que me daría un patatús al
verla. Los ojos inyectados en sangre me miraban tétricamente. Los forenses,
habían deducido que la decapitación se había llevado a cabo con una guadaña. No
obstante, del arma homicida no había ni rastro. Al igual que en el crimen
anterior, una enorme garra había desgarrado las sábanas de seda que vestían el
colchón.
Y una semana después, aquí estoy. Dándole vueltas a mi
cabeza. Pensando cual será el próximo movimiento del Jaguar Asesino. Así que
como acostumbraba, bajé a tomar un café a un bar cercano de mi casa. Estaba
distraída, cuando algo llamó mi atención. Un hombre, con una gabardina negra,
se había sentado a unos metros de mí. Noté que no alejaba su mirada de donde yo
me hallaba. Inquieta, pagué el café y sin tomar lo que me quedaba salí de la
cafetería, escondiéndome en una entrecalle donde podía ver la puerta.
Cuál fue mi revuelo, al ver que el hombre de la gabardina
salía mirando hacia todos lados. Como quien presiente que le vigilan. Vi que
emprendía la marcha, y yo, con un presentimiento recorriendo mis venas, le
seguí. Lo que pasaría después no me lo esperaba. Llegamos a un estrecho
callejón. Esperé escondida tras una pared. Una hermosa mujer esperaba al tipo
de la gabardina. Presagiando que fuese el asesino, mandé un mensaje a Thomás.
Le dije donde me encontraba y algunos detalles importantes. Y al recobrar la
vista en la escena, lo vi. Aquel monstruo había sacado un hacha de debajo del
chaquetón.
Amenazaba a la mujer que iba alejando sus pasos de su
atacante. Hasta que ya no pudo recular más. La iba a matar si no hacía algo. Me
armé de valor y salí de mi escondrijo. Intenté forcejear con el asesino. Pero
tenía más fuerza que yo. En eso escuché las sirenas. Estaba llegando Thomás.
— ¡Klara ten cuidado!
Fue lo último que escuché antes de que se ensañara conmigo.
Sentí los cortes lacerantes en mi piel. El dolor fue insoportable. Varios
policías llegaron a tiempo, antes de que fuese mi fin. Pero para mí, lo más
importante no era que yo estuviese herida. Tampoco era importante que me encontrara
entre la vida y la muerte. Lo que más me satisfacía, era que el Jaguar Asesino
no había llevado a cabo otro de sus crímenes.En cuanto a la joven, fue atendida
por un grupo de médicos un rato después. A mí me trasladaron directamente a la
UCI del hospital.
Tras un mes, he despertado del coma al que tuvieron que
inducirme. Me siento viva, más viva que nunca. Y el asesino fue internado en un
centro psiquiátrico. Al parecer, padecía de esquizofrenia y no quería tomar sus
medicamentos. Actuaba motivado por sus instintos psicóticos.
¡Gracias por participar Inès Vega!
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