Panaderia

 

Me encuentro en este campo de concentración   donde la pesadilla apenas comenzará. Me acuerdo del día que nosotros   escapábamos   de la devastación, alguien   nos avisó que un tren pasaría llevando a los   ciudadanos a un lugar mucho mejor. Sin pensarlo, mi familia y yo emprendimos ese viaje donde   nuestros anhelos eran la  esperanza de un mundo mejor.

Recuerdo lo frío del metal del tren, la   sensación de malestar   también al contemplar en las caras de los demás la triste de desolación. El tren llego a su trayecto final y un mal presentimiento llego a mí. Al bajar de dicho transporte observe que soldados clasificaban   a las personas, los niños y ancianos   los ponían en el mismo   grupo, mujeres y hombres en   grupos separados.

Lo maternal se hizo presente, cuando un soldado se acercó a nosotros empezó a clasificarnos, pero le comenté   que mi hijo mayor   todavía no cumplía la mayoría de edad, sin discusión alguna lo mandaron con sus hermanos y abuelos. Una   sonrisa   en mi cara   se reflejó al pensar que trabajos pesados no harán.

Entonces me anime a preguntar.

—¿A dónde se los llevaran? — dijo la mamá.

El soldado contesta con una sonrisa a un lugar mejor. ¡Vaya! ¡Pobre madre! Una   cámara de metal    sería el último recuerdo de sus hijos y padres. Entonces el gas empezó   a entrar   para escuchar gritos de niños   y ancianos desfallecer.

Humo se   observó en el campo de concentración al   poner en marcha “la   panadería”  donde  pan no  era  lo que fabricaran.

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