Klara sonrió feliz. Por fin había encontrado una justa
adversaria para su lucha. Tinta de Limón se defendía con uñas y dientes de sus
envites, así que le dejó una ligera ventaja, que la mujer aprovechó para huir,
saltando las raíces de los viejos árboles que poblaban el bosque.
Klara, se movía ágil, sin apenas rozar el suelo. Se dirigió
lentamente hacia la mujer que la evadía. Sabía que no tenía escapatoria y sabía
que ella ni siquiera estaba segura de querer escapar. Lo vio en sus ojos cuando
cortó el cuello a aquel hombre delante suyo, ese que intentó matar a la niña
para hacer daño a la madre.
Klara era una justiciera, un ángel de fuego que se dedicaba
a castigar a los que vulgarmente se denominarían como pecadores. Sólo que ella
tenía su propio criterio.
Lamentó que Tinta hubiera visto morir al pecador, porque
eso suponía tener que matarla, y no era algo que hiciera por gusto si nada lo
justificaba.
Al mirarla a los ojos no pudo ver que la culpara, sino que
entendía sus actos, por lo que decidió darle una oportunidad. Le entregó una
espada, igual que la suya y se enfrentó a su adversaria, gratamente comprobó
que no era la primera vez que luchaba, se defendía realmente bien. Saltaba por
encima de los coches y parecía volar entre los edificios, a pesar de no tener
alas. Pensó en todo lo que podría hacer si estuviera dotada con unas hermosas
alas de fuego, si toda ella ardiera cuando tuviera que matar, y la quiso a su
lado.
- Ven Tinta, no huyas, te haré mi hermana. Juntas velaremos
por el bienestar del mundo.
- No seré una asesina como tú. – Dijo mientras intentaba
clavar la espada en el corazón de su rival que paró la estocada con una
sonrisa.
- Intentas matarme, querida. ¿No te has dado cuenta? ¿En
qué te convierte eso?
Tinta de Limón paró por un instante su lucha, lo justo para
huir hacía el bosque que rodeaba la ciudad.
Klara la observó, pensó en sí debería dejarla ir. Portaba
una espada que no era de su mundo, por lo menos debía de seguirla para
recuperarla. Aunque le dejo que se alejara, así la caza sería más divertida. El
juego empezaba, sin embargo, no tenía ganas de jugar, no con ella. La quería a
su lado. Estaba cansada de luchar sola. Estaba cansada de que nadie la
comprendiera y sintió que podría acabar con esa situación si lanzaba bien sus
cartas. Así qué, ¡a por ella!
No tardó en encontrar sus huellas, y no tardó en tenerla
nuevamente a su alcance. De un salto se colocó frente a la mujer y la retó.
- No voy a luchar. No me hace falta lo sabes. Únete a mí,
tu alma clama justicia, como un día hizo la mía.
- No.
- Tinta de Limón, serás inmortal, vengarás a los que están
sometidos, a los que son víctimas, a los que lo serán. ¡Entrégate! No tienes
escapatoria, vas a morir. No puedes derrotarme. Lo siento.
La espada se convirtió en fuego que atravesó el corazón de Tinta,
ella se sorprendió al no sentir dolor.
- Elige, muere o únete a mí.
RELATO 2
Siempre pensé que estar rodeada de gente sería mucho más
fácil para escapar, para sentirme protegida, que en la soledad de una oscura
calle.
Sin embargo, corro desesperada abriéndome paso entre la
gente que ríe, que habla y que solo me presta atención cuando en mi intento de
huir les empujo tratando de escapar de alguien que no sé dónde está. Las
lágrimas caen sin tregua por mi cara, empapándola y nublando la visión.
Encuentro a un grupo de chicas y me uno a ellas. Respiro jadeante, intento
recobrar a duras penas mi respiración, que se ha convertido en un agónico
resuello. Las muchachas me miran, aunque no me prestan mayor atención. Sus
intereses están centrados en un grupo de chicos que les devuelven las miradas y
les piden que se acerquen. Cuando se mueven reanudo mi lenta carrera, después
de mirar a mi alrededor.
Por fin consigo salir de la atestada calle que acoge al
clásico desfile de las fiestas populares. Entonces empiezo mi desesperada
carrera por poner distancia con el chico que me perseguía y al que logré
despistar. Corro impulsado por la adrenalina. Nunca había imaginado que mis
piernas pudieran moverse con esa agilidad y alcanzar esa velocidad. Las
lágrimas siguen rodando por mi cara, pero no me detengo en limpiarlas.
Mi cerebro solo piensa en correr, correr, correr y llegar a
casa.
Lo consigo, he llegado abro la puerta y entro. Me apoyo en
ella después de cerrar con llave.
Oigo un ruido en la cocina. ¡Mierda, no! Ha llegado antes
que yo, está aquí.
Lloro desesperado. Me quedo paralizada al verte llegar con
esa cara desencajada. Te diriges a mí, y tiemblo.
- ¿Por qué, Jaguar? – Pregunto con un hilo de voz.
- Porque te odio, porque te odio.
- ¿Por qué? Yo te quiero, Jaguar.
- ¿A caso la respuesta importa, lo único que importa es que
vas a morir?
Te empujo y huyo. Llego a la cocina y abro un cajón antes
de que tus manos me agarren del pelo y me obliguen a separarme de él. Cuando
miro mi mano me encuentro con ¡un rallador!
Ríes con tantas ganas que sin pensármelo uso mi arma contra
tu cara, sé que no te matará, pero quizá, quizá…
- ¡Ah! – Me sueltas, tocas tu mejilla izquierda que sangra,
yo tiro el rallador con parte de tu piel al suelo y escapo hacía el patio por
la puerta de la cocina.
No llego muy lejos, llegas a mi lado y me tiras al suelo.
Agradezco que seas tan dejado y no hayas recogido las
herramientas, algo que siempre te reprocho. Llego hasta un pico y lo cojo. Me
defiendo como puedo y el pico se clava en tu brazo izquierdo. Jadeo intentando
escapar de ti. Estoy cubierta de barro, soy una mujer débil, acabada, lloro. De
pronto me doy cuenta ¡No! Esa no soy yo. Soy fuerte soy inmortal, soy el ángel
de fuego. Me siento arder, mis alas se despliegan y en mis manos aparece el
cuchillo.
- ¿Por qué? Me hiciste humana, te amé, ahora vengaré tu
odio, vengaré el odio del mundo. No sabes lo que has hecho. Esto es solo el
principio.
Veo como tus ojos se abren por el terror y después por el
desconcierto, aun así te amo, el puñal se clava certero en tu corazón.
¡Gracias por participar Klara Klara!
¡Gracias por participar Klara Klara!
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