El día más feliz de mi vida fue cuando me case con mi amado
esposo. Una boda sencilla acompañados de las personas más cercanas a nosotros.
Todo parecía normal en nuestro matrimonio. El amor que nos profesamos se nos
escapa por los poros de nuestra piel, aquellas noches que contemplamos nuestros
cuerpos desnudos y disfrutamos del placer al ser uno mismo.
En ese momento levanté la mirada y observé el lugar. Me
encontraba en un albergue, junto a mi hay dos mujeres, una de ellas tiene
aproximadamente veinte años, su rostro era la propia evidencia del maltrato que
su amado ejercía sobre ella. Mientras que la segunda mujer tenía
aproximadamente cuarenta años. Pero en aquel lugar las tres se unían con los
mismos sentimientos de dolor, tristeza y miedo.
Empezaremos diciendo:
Pero en aquel lugar solo había dos.
¡Vaya! Nuestra querida compañera sucumbió a las súplicas de
su marido. Prometiéndole que jamás le volvería ser daño. Una semana después nos
informaron de su deceso a causa de los múltiples golpes recibidos en su cabeza.
Lamentablemente su atacante se dio a la fuga sin que las autoridades lograran
hacer realmente su trabajo. Pero el daño estaba hecho una familia sucumbía al
dolor mientras que ella solo flores recibiría. El amor es un elixir que nos
puede ayudar a conocer la felicidad, pero también la tristeza pura. Ese día
prometieron que harían todo lo posible para vivir lo que ella no podría vivir,
soñarían y reirían por ella. Una historia se escribió en los cuadernos de
nuestros corazones que cerraremos, pero jamás olvidaremos con el tiempo.
¿Por qué aguantaste tantos golpes en tu vida? Podría darte
muchas respuestas, pero ninguna será válida. El amor ese sentimiento desmedido
que se siente por aquella persona, que adorabas con el corazón. Recuerdo la
primera vez que se convirtió en un villano, mis piernas y brazos templan al
escucharlo gritar palabras denigrantes hacia mi persona, se acercó rápidamente,
me agarró del brazo, forcejeamos y al final una bofetada me lanzo hasta
terminar en el suelo. Me apoye en la pared un poco aturdida, camine lentamente
hacia mi cuarto hasta llegar a la cama donde me encontraba llorando pisoteada.
Esa misma noche me sentiría ultrajada, humillada, indefensa al sentirme
utilizada para satisfacer las necesidades de él. ¡No me preguntó! Solo me tomo
como si fuera de su propiedad. ¡Basta, no quiero! Le gritaba, pero apretaba mi
boca para que me callara. Mi mente buscaba una explicación para justificar las
acciones de mi amado.
Los gritos ahora venían acompañados de maltrato físico.
Cuántos platos se rompieron al comenzar una nueva batalla. Al querer defenderse
surgían golpes, que hacían aparecer a la mujer sumisa que a su amado complacía.
Nuevas reglas aparecían.
En una libreta los nombres de sus amigos fueron
desapareciendo, los permisos fueron limitados, el tiempo era contado. Entonces
recordó aquella promesa que hizo abrió la puerta tímidamente y recordó que el
amor no es dolor.
¿Costumbres? Ese es el dilema de muchas mujeres al no
decidir romper la violencia que hay en sus hogares. ¡Miedo de no ser aceptadas
por sus familiares, miedo al qué dirán en sus comunidades! Las costumbres
juegan un papel importante al pensar que tienes que soportar a un tirano hasta
que alguien se acuerde de alguno de los dos.
¡Entonces lanzaremos unos dados, al aire para ver cuantas posibilidades
encontramos!
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